Tenía tiempo sin escribir en mi
blog, pienso que entre en una suerte de letargo, a dos años de la pandemia por
el COVID-19, el tiempo de cuarentena, encierro voluntario y salidas necesarias
para comprar alimentos o continuar la vida en mi hogar, me fue sumergiendo en
una especie de “sopor”, más que resiliencia y costumbre o adaptación, pienso
que un sueño extraño, donde todos los días son iguales y la rutina autoimpuesta
se apodera de ti. Ya gracias al imperativo de clases presenciales para mis
hijas comienzo a ver aquello que tanto mencionamos, la “nueva realidad”.
Algunos que me leen y sobre estas líneas
pueden llegar a pensar que esa nueva realidad de la que estoy escribiendo no es
tal cosa, que es lo mismo de antes pero ahora con un ingrediente más agregado,
el COVID-19. Pues no, con el tiempo necesario para pensar y filosofar, me
percato de que estamos ante una situación distinta, tal como el cuento del rio,
del que tanto hablan algunos filósofos, ¿cuál es ese cuento?: si nos paramos a
la orilla de un rio hoy y regresamos dentro de un mes, nos detenemos en el
mismo lugar y lo observamos, estamos viendo dos ríos distintos. El agua que
pasa frente a nosotros nunca es la misma, contiene otros sedimentos, peces,
plantas y su caudal varía, es otra la fuerza del agua, el volumen, el cauce y
la dirección de sus corrientes.
Ese río que he mencionado, somos
cada uno de nosotros, el largo período de la pandemia nos ha marcado, aún sin
saberlo, hemos sufrido aislamiento, tristezas, presiones diversas, la partida
de conocidos, amigos y hasta seres queridos, muchos nos hemos reinventado,
hemos creado nuevas formas de ingreso con trabajo desde la casa y ventas por
internet, nuestro “ser social” ha cambiado de costumbres en cuanto a la frecuencia
de contacto con nuestro entorno y lo más importante, hemos cambiado nosotros
internamente, aunque no seamos capaces de percibirlo. ¿Somos mejores que antes?,
pues en esencia no, es algo lógico, las personas de corazón oscuro siguen
igual, la pandemia no era un castigo específico para ellos, simplemente ha sido
algo externo, fortuito y que no se generó de su comportamiento, así que ellos
no sienten necesidad de cambiar, prueba de ello la vemos en Ucrania, en los
recientes tiroteos en USA, las pandillas violentas en América Latina y en
diferentes regiones del planeta.
¿Entonces qué ha pasado?, ¿Qué
podemos sacar de provecho?
Sencillamente apreciar el valor de
la vida y alejarnos del materialismo en sus expresiones más radicales. Si algo
nos enseñó la pandemia es que los bienes materiales y la acumulación de dinero
no sirven de nada, eso solo nos convierte en las personas más ricas en el
cementerio, sin llegar a garantizar que te recuerden con cariño, te hagan misas
u oficios religiosos y respeten o valoren los bienes que dejas a tus deudos,
esto último lo escribo recordando varios conocidos que partieron del mundo
terrenal debido a la pandemia y dejaron bienes de fortuna, varios de ellos en vehículos
sencillos pudiendo tener de lujo, sin viajes ostentosos pudiendo permitirse
vacaciones en otros países, ahora, sus hijos que crecieron sin apreciar el valor
del dinero y lo que cuesta ganarlo, no esperan siquiera una semana para comprar
un carro deportivo de lujo y viajar por el mundo en hoteles de 5 estrellas, una
vida de trabajo de sus padres se la van a gozar en dos años o a lo mucho cinco.
Ese dinero acumulado no sirvió para salvar de la muerte a nadie, ni pagando los
mejores centros de salud, ni los mejores médicos, ricos y famosos mueren por
igual ante los embates del destino.
La nueva realidad, parece la misma
si no logras procesar e internalizar los mensajes que te da la vida,
necesitarías mil vidas como dicen los budistas, para lograr aprender y lograr
el cambio necesario en tu espíritu, que por cierto es lo único que nos llevamos
de este mundo, nada es nuestro, todo es prestado mientras estamos en este plano
terrenal. En esta nueva realidad, que solo es igual para el que vive, come,
duerme y respira sin pensar, es necesario que abordemos el nuevo camino con
otra visión, sin esperar que los demás cambien, esta es tu vida, mi vida y la
de cada uno, enfoquémonos en observar y percibir nuestros cambios, en elevar
nuestro nivel espiritual y dejar una huella positiva a nuestro paso, sin
esperar nada a cambio, más que la satisfacción personal.
La “nueva realidad” ha llegado, enfrentémosla
con optimismo y espiritualidad.
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