Wolfgang Amadeus Mozart
(27 de enero de 1756 – 5 de diciembre de 1791)
Un buen amigo, de esos que permanecen en el tiempo y la distancia, en estos días me envió un artículo por whatsapp titulado “YO SOY FULANO DE TAL”, se trata de un escrito de Deisy Viana publicado en el portal Notiexpress24. De inmediato me pareció muy interesante, sobre todo por el título, que hace mención a un personaje muy famoso en el argot popular del venezolano como lo es ese “fulano de tal”, pero ¿qué significan esas palabras?.
Un fulano de tal, es simplemente el término que se le da a alguien que no se desea o merece hacer mención, muchas veces por nombrar a un desconocido o personaje anónimo, también es común decir que se trata de “Pedro Pérez”, nombre y apellido sumamente común, en Estados Unidos de Norteamérica les dicen Jhon Doe y seguramente cada país tiene su nomenclatura similar.
Para el caso del artículo que nos ocupa mencionar, es antagónico utilizar FULANO DE TAL como título, ya que hace referencia a las personas que sufren de megalomanía, aquellas que andan por la vida estrellándole sus títulos, dinero y relaciones sociales a los demás en sus caras.
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“Es la vana alimentación de una estima que llega al nivel narcisismo paseándose por el complejo de superioridad; se trata de personas con cualidades como la confianza y la seguridad en sí mismos que por eventos circunstanciales alcanzados gracias a una cuota de poder, tal vez por un cargo, un ascenso, una profesión, posición política o nivel adquisitivo lograron transformarse en seres arrogantes y prepotentes, olvidando así su lugar de proveniencia.” Deisy Viana. |
Es bueno recordar aquella época, en mis años de niño y adolescente en que ser un fulano de tal, pasaba por tener un título académico, me explico, cuando alguien deseaba ufanarse y tratar de colocarse en posición superior al resto de los seres humanos, salía con aquello de que “un momento, yo soy ingeniero” o médico, abogado, profesor y si el tema se trataba de vehículos, “yo soy mecánico graduado”. De esto no hace muchos años, quizás veinte o treinta, en Venezuela vivíamos otra realidad, a la que algunos despúes etiquetaron en forma errónea de “meritocracia”, término utilizado en forma peyorativa para ofender a quienes escalaban posiciones en empresas u organismos con méritos académicos. En aquella época nada era mejor que ser DOCTOR, en algo, en lo que sea, hasta en ciencias ocultas, lo importante era sentir la satisfacción de escuchar el término en la boca de otra persona para referirse a nosotros, ver los ojos de asombro y quizás escuchar a alguien decir “ese si sabe lo que dice”. Vivíamos otra sociedad, a los niños se les criaba con letras tatuadas sobre piedra que decían “estudia para que seas alguien”, quizás para ser ese tan mentado “fulano de tal”.
Luego las cosas se fueron distorsionando, tras el paro petrolero, donde algunos “fulanos de tal” exigieron se respetase sus estudios, la meritocracia se convirtió en una mancha vergonzosa, la sola palabra pasó a ser algo execrable y los estudios cosas del pasado y absurdas. Los nuevos “fulano de tal” pasaron a ser aquellos que con amigos, padrinos y contactos políticos escalaban posiciones sobre los mismos puestos de trabajo que antes ocuparon Ingenieros, Magister Scientiarum e incluso Doctores en Ciencias.
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“Tanta pleitesía hace creer al enfermo de hibris que tiene autoridad suficiente para tomarse atribuciones que no son de su competencia, maltratar a otros discriminándoles y minimizándoles al publicar en medio de sus frases los trofeos que sustentan aquella posición, exponiendo su trayectoria curricular, capacidad económica o lo que es peor, aplicando el "efecto halo" para atribuirse las cualidades de las personas que estando tal vez en un nivel superior le han brindado confianza. Es allí donde salen a relucir "los padrinos", yo soy fulano de tal, trabajo para fulano de tal, y soy amigo de fulano de tal...” Deisy Viana. |
Con el ser “fulano de tal”, viene muy de cerca y casi de manera instantánea la “jaladera de mecate”, la adulación y la pleitesía, con lo cual esa persona se siente elevada al nivel de un Dios griego, más que superior a los demás, con autoridad divina para hacer lo que le da la gana, romper las reglas y pisotear a todo el mundo, nada más cercano a ese refrán que reza “dale poder a un idiota y veraz”.
Lo cierto es que más allá del artículo en mención y sobre el cual hago este post en mi blog, el “fulano de tal” existe y seguirá existiendo toda la vida, en nuestro país y en los demás, la egolatría es una enfermedad endémica y muy contagiosa, lo que me llama la atención a mí en todo esto, es que haya variado culturalmente sus orígenes, ¿en qué parte perdimos el norte?, ser “fulano de tal”, no puede significar tener amigos en el partido, padrinos políticos, amistad con el alcalde de tu ciudad o un allegado en el cuerpo de policía, ¿quién es el importante, él político o el idiota que se ufana de ser su amigo para tratar de pasar encima de los demás?. Ser un “fulano de tal” debe regresar a sus orígenes, aquella época en que el esfuerzo propio era motivo de orgullo personal, familiar y hasta de vecinos y amigos, debe ser alcanzar el éxito por méritos propios, por medio de los estudios y del trabajo honrado, ¿Aquel Doctor en Ciencias, aquel gran empresario?, ¡ellos sí son fulanos de tal!
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